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Diario de un Maltrato

La escapada

Un fin de semana planeamos irnos de acampada con unos amigos suyos, se lo comenté a mis padres, que se negaron rotundamente a dejarme ir.

Él se enfadó muchísimo ante la negación y me convenció para que el siguiente fin de semana nos escaparamos solos a un enclave romántico. A mí no me pareció mala idea, aunque temía por el daño que podía causar a mis padres.

Entre semana, preparé una pequeña bolsa, con todo lo necesario para pasar los días,  aprovechando que nos estaban mis padres en casa y se la dí a él para que la guardara hasta el fin de semana.

Cuando llegó el viernes les dije a mis padres que me marchaba, pero no les dije que no iba a volver en unos días. Cojimos un tren y nos marchamos a una capital de provincia cercana, durante el trayecto me comentó, que había "pillado" unos gramos de cocaína, yo me quedé atónita, pues no esperaba tal adicción en él y yo no tenía la menor intención de drogarme.

Sin embargo llegamos al hostal, y lo primero que hizo fue preparar unas rayas, la suya la consumió de buen grado, aunque yo me negaba a que lo hicieramos ambos, cuando llegó mi turno le dije que yo no lo haría, el reaccionó tirandome de los pelos y diciendome que haría lo que a él le diera la gana.

Intentó obligarme y yo la primera vez soplé en vez de esnifar, y se voló toda la sustancia por el suelo. Se enfadó muchísimo por mi actitud, y me golpeó incesantemente por todo el cuerpo expecto en la cara. Me tiró al suelo y me pateó en el estómago, me volvió a decir que tenía que colocarme con él y a mí no quedó otra opción que hacerlo.

El sábado por la mañana llamé a mis padres para decirles que no volvería en unos días, y que no se preocuparan por mí que estaba bien, aunque yo me sentía fatal, pues no me gustaba el mundo de las drogas y sin querer me vi inmersa en un espiral de adiccion.

Al principio sólo consumiamos los fines de semana, luego pasamos también a consumirlo desde el jueves, nos sobraba algo para el lunes, y así cada vez más cantidad y más días a la semana.

Como no nos llegaba para pagar el vicio, él consiguió un contacto para vender nosotros hachís. Y también empezamos a consumirlo. Me hacía cargar con toda la droga, mientras él únicamente llevaba el dinero. Afortunadamente nunca nos pillaron, pues hubiera sido un marrón enorme, con pena de cárcel.

En cierto modo, la droga era lo que me daba una falsa sensación de alivio, para soportar los malos tratos psicológicos y físicos.

Y así me convertí durante algo más de dos años en una adicta a casi todas las sustancias psicotrópicas.

 

 

 

 

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