De un Dulce Sueño a una Pesadilla
Empezamos a salir juntos a diario, todo parecía maravilloso, se portaba estupendamente conmigo, era sensible, romántico y cariñoso, además de guapísimo. Todo era de ensueño, me extraño un par de comentarios que hizo acerca del largo de mi falda y el escote de mi blusa, pero no le dí ninguna importancia, es más, incluso me gustaba que se mostrara algo celoso.
El único incoveniente que veía era que siempre quedabamos en su pueblo, y me resultaba algo incómodo tener que desplazarme todos los días, sin embargo lo hacía encantada, pues estaba rendida a sus pies casi desde el primer día.
Una noche, mi dulce sueño se esfumó, estabamos tomando algo, cuando me encontré con un amigo que hacía mucho tiempo que no veía, nos abrazamos y conversamos durante un rato, y luego se fué.
Apresuradamente salimos del local, con la excusa de que había quedado con alguien, fuimos a un parque solitario y allí su rostro cambió, sus ojos se llenaron de furia y odio y de repente sin saber porqué me soltó una bofetada que me cruzó la cara, yo estaba atónita y no supe cómo reaccionar, me dijo que era una puta y que me olvidara de todos los hombres del mundo, que en mi vida sólo existía él, me cogío por los hombros y me zarandeó durante unos segundos, por fin conseguí reaccionar e intente soltarme, pero la resupuesta por su parte fué más fuerte, me empujó y tiró al suelo y una vez allí, me pateó. Yo no podía creer lo que me estaba pasando, y entré en estado de shock, no recuerdo cómo llegué a mi casa, los golpes que me dío, no recuerdo lo que me decía, pues no conseguía escuchar y mi cuerpo temblaba sin poder parar.
Lo siguiente que recuerdo es estar metida en la cama, en casa de mis padres, entonces fué cuando empezé a asimilar lo que había pasado, no daba crédito a todo lo sucedido, sentía una gran impotencia y un fuerte dolor en el pecho, los golpes ya no dolían, al menos en ese momento, y entre lágrimas conseguí dormirme.
Al despertar la mañana siguiente, me dolía todo el cuerpo, recordé todo lo sucedido e intenté tranquilizarme. Era domingo y mis padres estaban en casa, por algún motivo no fui capaz de contarles nada ese día, cosa de la que me he arrepentido constantemente.
Esa mañana, al poco de levantarme llamó a la puerta, me dijo que bajara y le dije que no, pero no sé como todavía me dejé convencer,él y supongo que todos los maltratadores, tienen el don de la palabra y la convinción. Cuando bajé a la calle, llevaba unas gafas de sol, yo era incapaz de mirarle a la cara, se quitó las gafas y giró suavemente mi cabeza para que le mirase a los ojos.
Los tenía rojos, hinchados y vidriosos, me dijo que se había pasado toda la noche llorando y que no sabía como había podido suceder, que le perdonase, porque era lo que más quería en el mundo y que bajo ningún concepto volvería a suceder. Yo le creí.
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